En este vídeo veíamos que “el guía” Miki Nadal se encontraba con el problema de que una persona ajena al grupo se paraba a escuchar sus explicaciones y había que indicarle que se trataba de una visita privada.
En aquel post, os comentaba que si un guía está explicando en un espacio público, como puede ser una calle o una plaza, no puede hacer nada si alguien desea detenerse y escucharle. Al fin y al cabo no se puede echar a nadie de la calle ni evitar que se pare en un punto concreto.
Si esa persona sólo se queda observándonos unos minutos, seguramente por curiosidad, no pasa nada, se irá y no creará un mayor problema. Sin embargo, si resulta que termina por unirse al grupo y decide incluso acompañarnos habrá que decirle educadamente que se trata de una visita privada. Eso no nos garantiza que no nos vaya a seguir pero por lo menos dejaremos claro ante el grupo que somos concientes de la situación y que no podemos hacer nada. Aunque no lo parezca es una de las situaciones más comunes con las que suele tener que lidiar un guía.
Precisamente por lo comunes que resultan este tipo de situaciones, pienso que lo mejor es identificar y diferenciar al grupo. Es bastante habitual, sobre todo en museos y equipamientos culturales que se entregue una pegatina o un colgante a aquellas personas que participan en las visitas guiadas. En el caso del MARQ, Museo Arqueológico Provincial de Alicante lo hacen así, se entrega una especie de acreditación para los miembros del grupo y recuerdo que en la última visita guiada en la que participé en la Fundación Mapfre de Madrid nos identificaron con una pegatina.
Otra de las maneras de identificar a los participantes en una visita es mediante el uso de receptores auditivos o “audioguías”. Como el grupo escucha perfectamente al guía, éste no necesita hablar en voz alta, por lo que disminuye claramente el riesgo de que alguien se les acabe uniendo. Este es el método que utilizan en el Caixaforum de Madrid, como os comenté en este post.
Además, se me ocurren un montón de “objetos” diferentes que se pueden utilizar para identificar al grupo, pudiendo personalizarlos en función del equipamiento que estemos visitando.
La verdad es que todas me parecen buenas ideas y, sinceramente, creo que ofrecen una calidad añadida a las visitas, puesto que conseguimos que las personas que están disfrutando del servicio se sientan importantes (y a todos nos gusta sentirnos importantes) y en parte diferentes, pues están gozando de una atención más personalizada que el resto de visitantes.
Y no sólo es valor añadido para los participantes, ya que el guía sale beneficiado también al poder controlar mucho mejor al grupo. Por ejemplo puede observar si alguien con la pegatina no logra escucharle, si no alcanza a ver el cuadro que está explicando… porque todos van identificados. En conclusión: identificar y diferenciar al grupo beneficia a todos y debe ser un aspecto a considerar cuando organicemos visitas guiadas.