Como buena friki de la historia, me suele gustar conocer el pasado de los lugares a los que viajo y, ahora que voy a estar durante un año en un país diferente, decidí empezar a leer este libro: Little History of Canada. La verdad es que no conocía mucho la historia del país y pensé que era una buena oportunidad para aprender sobre el tema y de paso mejorar mi inglés.
Os voy a confesar una cosa, sólo me he leído el primer capítulo (ahora ya estoy por la mitad del segundo) y ya he llegado a una conclusión clara: es imposible que un canadiense comprenda la historia al igual que lo hace un europeo. No es una cuestión de ser más listo o más tonto, ni de educación, es una cuestión de percepción.
Cuando el conocimiento musulmán invadía gran parte de la península ibérica, los nativos canadienses conocían el hierro gracias a los primeros intercambios con los vikingos. Cuando Europa se encontraba en pleno renacimiento, a Canadá llegaban los primeros barcos de pescadores de ballenas que comenzaban a interactuar con aquellas primeras naciones (First Nations).
¿A dónde quiero llegar con todo esto? Mi intención al plantear todas estas cuestiones es reflexionar sobre la importancia de conocer al público que tienes delante a la hora de interpretar el patrimonio.
En una de las charlas a las que asistí sobre interpretación del patrimonio (a cargo de la AIP o Asociación para la Interpretación del Patrimonio), el ponente nos comentaba que un pino no significaba lo mismo para un vasco, un valenciano o un canario, porque los pinos no tienen la misma forma en estas tres zonas. Cuando hablábamos de un pino cada uno visualizaba en su mente una cosa diferente.
En este caso pasa lo mismo, si vamos a interpretar un cuadro de Rafael (los asiduos al blog habréis visto que me gusta la pintura 😉 ), seguramente nuestro oyente no percibirá nuestras explicaciones de igual manera si es italiano que si es americano, ya no sólo porque la formación no haya sido la misma, eso es lo de menos, sino porque para el italiano el paisaje le puede resultar familiar pero al americano no, y habrá que explicárselo.
En muchas ocasiones nos centramos sólo en si todos los participantes de un grupo tienen los mismos conocimientos pero en un grupo de visitantes internacional seguro que cada uno percibe las explicaciones de manera diferente.
Me pongo en la situación de tener que realizar una visita guiada sobre una de las exposiciones de pintura de uno de los principales museos de Toronto y se me plantea una cuestión aún mayor: vale que los canadienses perciban la historia de manera distinta a los europeos pero, en un país tan multicultural como es Canadá, donde gran parte de la población es inmigrante de primera generación, la percepción de cada persona será totalmente diferente, aún viviendo todos en el mismo país.
Y con esta situación, ¿qué podemos hacer para que nuestro mensaje llegue lo más igualmente posible a todo el mundo?
- Intenta conocer el lugar en el que vas a trabajar al 100%, no sólo el recurso en sí, que obviamente es lo más importante, sino la ciudad en la que estás, el tipo de visitantes que acude a visitar el recurso y participa en las visitas guiadas… cuanto más sepas mejor, porque tendrás más recursos a tu alcance para adaptarte.
- A la hora de realizar las visitas guiadas, trata de descubrir cuanto antes el tipo de público que tienes delante.
- Elabora un discurso en parte generalista y en parte detallado, que no quiere decir rollazo total, sino que no se obvien las cosas, que no se den por sentado, realizando explicaciones aclaratorias para que no haya dudas; todo ello para intentar que el mayor número de participantes comprenda el mensaje de igual manera (y si no puede ser igual lo más parecido posible)
Conclusión: a mayor conocimiento de tu público mayores oportunidades de poder adaptarte y de incrementar la experiencia del visitante, que es de lo que se trata.
¿Se te ocurre alguna cosa más que puedas hacer?