El diciembre pasado tuve la oportunidad de pasar por Madrid y visitar la exposición de Delacroix que se exponía en el Caixaforum de esta ciudad. Nada más entrar observé que realizaban visitas de dicha exposición y pensé en participar en ellas sin pensarlo dos veces: he de confesar que siempre que puedo elijo la visita guiada, debe ser “deformación profesional” 🙂
La visita guiada estaba organizada de la siguiente forma: En el lateral del mostrador principal te podías apuntar a la visita, pero la lista de inscritos se abría media hora antes de la visita. Además las plazas estaban limitadas a 30 personas creo recordar. ¿Qué pasó? Pues que una hora antes ya estábamos haciendo la cola para inscribirnos y no era yo la primera!!! Además la gente cuando se iba a apuntar contaba las personas que había en la cola y si superaban los 30 se olvidaba de inscribirse, pues sabía que no tendría plaza. Hubo gente que se quejó diciendo que la cola debía comenzar a formarse media hora antes de la visita y no una hora, pero aquí he de admitir que, en mi opinión, quien de verdad está interesado en la visita se preocupa por mirar si ya hay gente interesada o no.
El caso es que las ganas de participar en la visita me hicieron emplear cuarenta minutos en la cola, una vez inscrita aproveché para pasar por la tienda en los 20 minutos que faltaban para el comienzo de la visita. A continuación nos dieron la “audioguía” ya que, aunque la visita la lideraba un guía, éste llevaba un micrófono y nosotros lo que recibíamos eran los receptores de audio. Pensé: “qué bien, sólo 30 personas y encima con audioguía, me voy a poder enterar de todo lo que nos vayan contando”.
En mi opinión, ésta resulta una muy buena manera de organizar las visitas guiadas ya que para una persona que está en Madrid un día, como era mi caso, y que casualmente me acerqué al Caixaforum porque no había entradas en el Prado, poder participar en una visita sin reserva previa y esperando solamente unos minutos antes de la misma me parece todo un acierto. Cuántas veces he querido unirme a un grupo y me han dicho que las visitas se reservaban con antelación y me he quedado con las ganas.
Sin embargo la visita no resultó ser de mi agrado, aunque no por el tipo de organización del servicio de visitas. Por lo que pude observar, en el Caixaforum pueden entrar tantas personas como se quiera, pues estaba completamente lleno. La guía tuvo que abrirse paso para llegar hasta uno de los cuadros y, aunque todos la oíamos, no podíamos ni verle a ella ni al cuadro. Que no se malentienda, me alegro mucho de que este equipamiento cultural sea tan visitado y obviamente no podemos pretender visitar una exposición solos, pero me parece que aquel día rozaban lo excesivo. Además, el grupo resultó ser demasiado numeroso para poder moverlo entre las salas debido a la cantidad de gente que había y el discurso resultó ser un rollo sólo apto para gente muy entendida en historia del arte.
Así que tan sólo 30 minutos después del inicio decidí abandonar el grupo y devolver la audioguía y me fui con la sensación de haber desperdiciado dos horas de mi vida. Yo fui la única con el valor de abandonar el grupo pero se veía claramente que muy pocos disfrutaban con la visita: cada uno miraba a un cuadro diferente, sin escuchar las explicaciones de la guía, caras de aburrimiento, agobio…
Lo que quiero decir es que aunque la planificación del servicio de visitas guiadas fuera buena, de hecho a mí me parece fenomenal, hay que tener en cuenta otro tipo de elementos que también influyen en la calidad del recorrido y que resultan fundamentales para que los participantes disfruten con la experiencia y con el servicio.