En un post anterior os hablaba de la organización de visitas guiadas en la Alhondiga de Bilbao, podéis leerlo aquí. Hoy os hablo de mi experiencia en la visita guiada. Os advierto de que va a ser un post largo, pero no quería dejarme nada en el tintero.
Se hicieron las 6 de la tarde y la guía no estaba en el punto de encuentro. Llegó un poquito más tarde y entre que tomó nota de nuestros nombres (nombres que ya habíamos dado previamente al inscribirnos) y nos repartió la agenda cultural de la Alhondiga (volvió al punto de información a dejar los folletos que le habían sobrado) comenzamos la visita a las 18.10h. Lo ideal suele ser que el guía se encuentre en el punto de encuentro unos minutos antes, precisamente para entablar conversación con las personas que van a participar, se les puede preguntar cómo se han enterado del servicio, de dónde vienen… además de tomar nota de sus nombres según van llegando y repartirles la publicidad correspondiente.
Aun así, siempre hay que dar un voto de confianza y esperar a que la visita comience para juzgarla, pues ha podido haber mucho trabajo ese día y que las cosas vayan más lentamente. Empezaron por fin las explicaciones y el resultado no fue muy positivo: la guía abusaba de la muletilla “creo” que daba muchísima sensación de inseguridad, parecía que no controlaba del todo bien la información y la que dominaba la tenía totalmente mecanizada. Además, el grupo no sabía qué hacer en muchas ocasiones, hacia dónde ir, dónde pararse…un “síganme”, “por aquí por favor”, “vamos a detenernos en esa columna azul…” es suficiente, simplemente se ponía a andar y nosotros le seguíamos. Empezaba a hablar antes de que se aproximara todo el mundo… todo ello derivó en una gran dificultad para meterse a la gente “en el bolsillo” y que existiera una verdadera cohesión entre el grupo y la guía.
No se podía visitar el auditorio (no hay problema, estaba siendo utilizado, esto es normal en un centro cultural) y a cambio nos enseñaron otra sala y una exposición que era de pago. Aquí tenemos lo que realmente hay que hacer, si no se puede visitar un lugar concreto, ofrecer otro a cambio y si encima es una exposición de pago a la que tú entras gratis mejor que mejor. El problema es que nadie nos había avisado de ello en el mostrador. Al grupo no le importó mucho, al fin y al cabo, ninguno sabíamos lo que íbamos a ver en concreto pero podría haber sido un motivo de reclamación. Este tipo de cambios deben avisarse en el mostrador de información porque puede que alguien haya venido a ver justamente lo que no va a poder visitar, porque se lo ha contado una persona que hizo la visita otro día.
Cuando entramos a dicha exposición, otra de las compañeras de la guía nos hizo una breve introducción y se dieron unos 15 minutos para visitarla. En ese momento, la guía tuvo comentarios poco afortunados como “a mí no me preguntéis porque yo de la exposición no tengo ni idea”, que aunque dichos con una sonrisa, dejaban entrever esa inseguridad de la que hemos hablado antes. Hubiera sido mucho mejor un mensaje en positivo como “si tienen cualquier pregunta, mi compañera (la responsable de la sala) puede atenderles”.
En mi opinión, el peor momento de la visita fue el siguiente: Entrar a visitar la exposición rompió totalmente lo poco que quedaba de “grupo”, había gente que estaba interesada y gente que no y que consideraba que aquello era una pérdida de tiempo. La exposición era sobre fotografía y seguramente era muy interesante, pero no formaba parte de la visita al edificio, que era para lo que nos habíamos inscrito. Para mí fue el peor error porque la gente que estaba interesada no podía regresar después, ya que tenía que abonar la entrada y si la posibilidad de visitarla se la estaban ofreciendo en ese momento, 15 minutos era poco tiempo. En este punto el grupo dejó de ser grupo.
Volvimos a subir al hall principal y la gente empezó a hablar mientras la guía explicaba, no hay mejor síntoma de que algo va mal y de que la gente no está contenta con el servicio. Y no hay nada peor para un guía. Además, como no íbamos identificados, la guía tuvo que advertir en una ocasión de que la visita era privada, sin poder evitar que otras personas ajenas al grupo se unieran. Cuando ésta finalizó, la guía se despidió y salió corriendo, no se quedó ni dos minutos para que alguien le demandara más información, no preguntó si alguien tenía alguna duda…
Aunque aparentemente todo lo que planteo parece muy negativo, no hay nada que no pueda ser corregido con una buena formación en técnicas de guía. Dicha formación unida a la experiencia que va dando esta profesión ayuda mucho a la hora de liderar y, en un momento dado, “levantar” un grupo. Además, debo decir que la guía es la cara visible del servicio pero no siempre tiene toda la culpa, al fin y al cabo, seguro que ella no había diseñado la visita, no creo que fuera su decisión entrar a visitar la exposición.
En conclusión, no ha sido una buena experiencia pero debo decir que, corrigiendo algunas cosas, se puede mejorar mucho, sobre todo trabajando en el discurso y en las técnicas de guía. Se pueden pulir algunos detalles que seguro que convierten a esta visita en una visita de calidad, en la que la gente vea que su inversión de 2€ ha merecido la pena.